miércoles, 13 de enero de 2010

Tratado de Fontainebleau (1807)

El día 27 de octubre de 1807 se firmó el Tratado de Fontainebleau (Don Eugenio Izquierdo- consejero honorario de estado y de guerra de S.M. el rey de España- participó por parte española, mientras que por parte francesa participó el general de división Miguel Duroc) , acuerdo por el que se consumaba el reparto de Portugal y sus colonias, se garantizaba al rey de España la posesión de sus Estados situados al Mediodía de los Pirineos y se reconocía al rey de España como Emperador de las dos Américas.

El día 30 de octubre se incluyeron una serie de disposiciones militares dirigidas a asegurar el tránsito y estancia en España de un ejército francés, que formaría parte de las fuerzas conjuntas encargadas de la ocupación del país vecino.

En la primera disposición se declara:

“Un cuerpo de tropas imperiales francesas de veinticinco mil hombres de infantería y tres mil de caballería entrará en España y marchará en derechura a Lisboa. Se reunirá a este cuerpo otro de ocho mil hombres de infantería y de tres mil de caballería de tropas españolas, con treinta piezas de artillería”.

En la tercera disposición se dice:

“Las tropas francesas serán alimentadas y mantenidas por España, y sus sueldos pagados por Francia, durante todo el tiempo de su tránsito por España”.

El día 4 de abril de 1808, en reunión del cabildo catedralicio abulense, el deán de la Iglesia de Ávila informó que “se halla esperando en esta ciudad considerable número de tropas francesas y tratarse de su alojamiento, sin excepción alguna”. El cabildo comisionó a don Diego Brihuega y a don Victoriano de las Vacas, canónigos, para hacer los oficios oportunos con los caballeros intendente y corregidor “a fin de que se arregle el citado alojamiento”.

Los comisarios, un día después, informan al cabildo que “les significaron de que se destinaren los oficiales que pudiesen tocar al clero en el seminario conciliar, contribuyéndose proporcionalmente por los individuos con las camas y demás utensilios”. Se comisionó a don Pedro Sánchez Llorente y a don Andrés Calvelo, canónigos, para que “pasen a estar con el ilustrísimo señor obispo a fin de que tenga a bien el uso de dicho seminario”.

El 6 de abril los comisionados informaron al cabildo sobre las “dificultades que les ocurrían acerca de poner en ejecución el plan de destino para los oficiales que corresponden a los señores individuos y clero en el seminario conciliar”. El cabildo acordó informar al intendente y al corregidor que “suspende su modo de pensar acerca del destino de dicho seminario”, pero que “están pronto los individuos (del cabildo) a admitir en sus propias casas el alojamiento que proporcional y equitativamente les corresponda”.

Días después, el 14 de abril, el comisionado de guerra francés “que se hallaba en esta ciudad para el acopio de provisiones al ejército de aquel reino”, redactó una carta en la que “da gracias al cabildo por haberse prestado generosamente al alojamiento de los cinco mil franceses que estuvieron destinados para venir a esta ciudad”.

Un mes más tarde, el 18 de mayo, se leyó un oficio del intendente de la provincia, en el que señalaba haber recibido oficios del gobernador del Real Sitio de El Escorial y del comisario de las tropas francesas residente en él, para que “les remita considerable número de fanegas de cebada para el surtido de la caballería, asegurándosele que en las paneras del cabildo existen seiscientas de dicha especie, se ve en la necesidad de echar mano de quinientas de ellas”. El cabildo acordó con el intendente (20 de mayo) que teniendo en cuenta “no tener la fábrica fanega alguna de esta especie, y que mucha parte de lo que existía era del pertenecido de anualidades, se franquease, contando con estas, hasta el número de doscientas fanegas, que era lo sumo que podría darse aun careciendo algunos señores individuos para el surtido de sus casas”.

Por último, en julio se leyó un oficio del obispo de Ávila en el que informó que había recibido un oficio del gobernador francés de El Escorial, en el que señala que “habiéndose acantonado allí multitud de miles de hombres de tropa francesa y establecido cinco hospitales de nuevo, teniendo ya apurados todos los recursos para su socorro, en esta atención le había ordenado que adoptara los medios que pudiese para ocurrir a los exorbitantes gastos que son necesarios, por lo que esperaba en la beneficencia del cabildo, que hiciese los esfuerzos imaginables, para que se les socorriera competentemente, librándole la mayor cantidad posible de dinero con calidad de reintegro”. El cabildo acordó informar al obispo que ya había “suministrado con la mayor puntualidad para los gastos de la tropa francesas los auxilios que ha podido en granos, vino y otros efectos, sin que se le haya reintegrado en cosa alguna, cuando los pueblos y otros particulares han logrado compensarse por otros medios con lo que han contribuido, y que habiéndose repartido entre los individuos del cabildo el respectivo haber de sus prebendas, careciendo muchos de lo necesario para su manutención y subsistencia, y otros apenas llegan a lo que necesitan, se halla sin arbitrio para ocurrir a dicha urgencia en medio de los deseos que le animan por un objeto tan interesante, caritativo y tan correspondiente a su estado”
Fuente: Actas Capitulares, Año 1808.


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