viernes, 28 de octubre de 2011

Venta de esclavo

Francisco, portugués y vecino de Viana, vendió a Bernabé Román, mercader y vecino de Toledo, un esclavo negro- Antonio, natural de Angola y de 12/13 años de edad- que, a su vez, compró a Juan Domínguez de la Vega, clérigo, maestro de niños y vecino de Viana.
Antonio era negro atezado, un “poquito romo y bien hecho. Con una señal de marca en el pecho, a la izquierda”. Le vendió “por sano de pies, manos y ojos, sin enfermedad pública ni secreta. Fue “habido de buena guerra, sin ser hurtado ni empeñado”.
El precio de venta se fijó en 30.000 maravedises, pagados en escudos de oro (de a cuatro, de a dos y sencillos) y reales de plata (de a ocho, de a dos y sencillos).


Fecha: 20 de junio de 1587

martes, 18 de octubre de 2011

Festividad de Santa Teresa de Jesús (15 de octubre)

La devoción por Santa Teresa, reformadora implacable y fundadora impenitente, que experimentó el pueblo abulense y castellano en general fue tan grande, que las Cortes de Castilla en el año 1594, resolvieron escribir al Papa para suplicarle que ordenara a "algún prelado" suyo que hiciera "información de la vida y milagros" de Teresa de Jesús (1) .

Años más tarde, en septiembre de 1611, el padre fray Ángel de Jesús María, procurador general de los Carmelitas Descalzos, informó que las comisiones y diligencias realizadas para la canonización de Santa Teresa "habían llegado por la misericordia de Dios a tan buenos términos, que su Santidad había concedido los últimos memoriales para hacer las informaciones plenarias, las cuales se habían hecho y remitido a Roma" (2) .
Pero las gestiones que debían obrarse ofrecían grandes gastos, por lo que la Congregación, que era "tan pobre que no los podía suplir", pidió a la Orden de Santiago la concesión de una licencia para "pedir Limosna para los gastos de la dicha canonización". La licencia pedida facultaba para cobrar de los Concejos hasta treinta ducados, ya fuera en propios, rentas o pósitos. El Consejo de la Orden accedió a la petición de los Carmelitas y decidió dar "licencia y facultad a las personas que la dicha orden nombrare... para que por tiempo de dos años, que corran y se cuenten desde el día de la data de esta nuestra carta en adelante, puedan pedir y pidan limosna para el dicho efecto... en todas las villas y lugares de la dicha Orden de Santiago". Así, la Orden de Santiago ordenó a los priores, vicarios generales, curas y beneficiados "de sus iglesias que las dejen y permitan pedir y demandar las dichas limosnas en las dichas iglesias y fuera de ellas" (3) .

Poco después, en abril de 1614, una explosión de alegría sacudió la ciudad de Ávila. El día veinticuatro de abril de 1614 la religiosa abulense fue beatificada por el Papa Paulo V. A partir de entonces, la felicidad y el gozo se extendieron por la ciudad. El día veintisiete de mayo el arcediano de Arévalo, el canónigo don Francisco de Ribera, el prior del Carmen Calzado y el Procurador General en nombre de los vecinos de Ávila, dieron la enhorabuena a la ciudad, representada por el Consistorio, por la "gracia en beatificar la Santa Madre Teresa de Jesús". Recibida la felicitación por el Concejo, éste les agradeció a todos "el contento y alegría que todos en general y en particular es razón tengan" y acordaron dar las gracias, de manera especial, al Cabildo. De la misma forma, el prior de las Descalzas agradeció a la ciudad la alegría que demostró el pueblo abulense y propuso "se vote, por la ciudad, se guarde la fiesta de la Santa Madre por octubre" (4) .
Posteriormente, y para celebrar la beatificación, el consistorio decidió- sesión del día 12 de julio- escribir al General de la Orden Carmelita para que ofreciera a la Ciudad alguna reliquia de la Santa, y en la sesión del 14 de agosto se acordó celebrar procesión general para el día veinte de dicho mes- facilitando cera blanca a todos los regidores, oficiales y mujeres de Ávila-, y que se celebraran danzas, autos, comedias, invenciones de fuego y un toro "encoltado" (5) .

Pero no sólo se realizaron en Ávila demostraciones de alegría por la beatificación de Teresa de Jesús. Un ejemplo de dichos regocijos nos lo ofrece la ciudad de Valladolid, donde se celebró función solemne en el convento de las Carmelitas. Los gastos por estos festejos, "de suntuoso aparato", corrieron por cuenta de los Condes de Benavente, que "manifestaron al mundo el amor encendido que ardía en sus pechos para con la Santa". El festejo consistió en la construcción, en el patio del convento, de un suntuoso templo. Dicho templo tenía erigido "un cielo. A la entrada tenía un arco tan hermoso que poseía su grandeza a cuantos miraban su adorno. De todas las paredes pendían ricas colgaduras de damasco, terciopelos y brocados. Todo el círculo interior de la iglesia se llenó de balcones dorados, los cuales ocuparon los señores y señoras de primera magnitud. Tres altares tenía esta formada iglesia, que el menor de ellos era embeleso de la vista. No me paro en explicar su arquitectura por no ser necesaria, sólo deseo decir que por el coste se puede colegir, pues llegó a cerca de ocho mil ducados lo que en esta función gastaron los Señores Condes, propio de su grandeza y obligación para la orden de encomendar a Dios a esta esclarecida familia. Concurrieron a esta función por sus antigüedades todas las religiones, señalándose cada uno más y más en servir y honrar a la Santa" (6) .

Ese mismo año, el 4 de agosto de 1614 (7), el rey Felipe III remitió a la ciudad de Ávila una carta, leída el día 21 del mismo mes, en la que se anunciaba que "se va extendiendo (la) devoción" por Teresa de Jesús, y que "siendo justo que la suya se aventaje con particulares demostraciones", ha acordado nombrarla patrona y abogada de España para "invocarla y valerse de su intercesión en todas (las) necesidades”. Además, reafirma su interés personal por esta devoción "por ser muy particular la que yo tengo" y recuerda que se puede "rezar y decir misa de esta bendita santa" (8) . Teniendo todo esto en cuenta, el Rey mandó a la ciudad de Ávila y a su Concejo, en particular, que se hicieran "demostraciones de gozo y regocijo". Una vez leída y entendida la carta, el Consistorio unánimemente acordó hacer las mayores "demostraciones": ordenó sacar siete copias de la carta real, enviando una a cada uno de los sesmos de la ciudad, y escribir a las villas pertenecientes a la Tierra de Ávila para que hicieran similares "demostraciones" a las que se iban a hacer en la capital. Las "demostraciones" festivas consistieron en iluminar las fachadas de las casas de toda la ciudad (9) y un toro "encoltado" el día cuatro de octubre; procesión general, autos y entoldar las calles el día cinco; máscaras el día seis; encierro de dos toros el día siete; toros y juego de cañas el día ocho; y toros (10), cañas de capa y jotas el día diez.

Además, el Concejo abulense acordó escribir las cartas necesarias para que el Santo Padre "sea servido de canonizar a la bendita Madre Teresa de Jesús", canonización que se produjo el día doce de marzo de 1622 (11) . Unos días más tarde, el Papa Gregorio XV expidió un Breve, 23 de junio de 1622, en el que concedía indulgencias a todos los fieles que visitaran, el día de la festividad de la Santa, las iglesias pertenecientes a las Carmelitas Descalzas (12) .
Al año siguiente, el Concejo trató sobre la fecha de la fiesta de Santa Teresa y así, el día dieciocho de julio, se decidió, después de consultar al Obispo, que fuese el día cinco de octubre, festejándose con vísperas y misa y con "toda solemnidad" (13) .

No fue hasta el año 1655 cuando se fijó de manera definitiva el día quince de octubre como festividad dedicada a la Santa. Así, el día diecinueve de junio de 1655, el obispo Bernardo de Ataide señalo sobre este asunto: "por ser natural de ella- de la ciudad de Ávila- hija de padres naturales y originales de esta ciudad, haberse criado y educado en ella... y en los conventos de Santa María de Gracia y de la Encarnación, a donde con su ejemplo y doctrina dejó continuas memorias y encendidos deseos de su amor, cual se deja considerar del amoroso afecto de patria reconocida y obligada a la gloria ilustre que con toda la cristiandad la añadió esta gloriosa Santa con sus heroicas virtudes y fama de su santidad;(y) por haber dado en ella y su obispado principio a la obra insigne de la fundación de su reforma... de que tanto provecho y gloria se ha seguido a toda la Iglesia; y escrito en ella los libros de su celestial doctrina, estimadas y veneradas en toda la cristiandad con crecidos y copiosos frutos de las almas"; y teniendo en cuenta que el día "quince de octubre a cada un año en veneración y reverente culto de su memoria, comúnmente en esta ciudad se abstienen del trabajo y ocupación de los días feriales, teniendo este día en su devoción y estimación por festivo y solemne"; y estimando "que en consideración de tan particulares y relevantes títulos y razones nos pedían y suplicaban con repetidas instancias... diésemos y estatuyésemos el día referido de la festividad de dicha Santa Madre por día de fiesta de precepto, que sería de singular consuelo y alegría espiritual y temporal para todo el pueblo"; y habiendo "tenido acuerdo con personas de virtud y letras... deseando el consuelo espiritual de nuestro súbditos"; se resolvió y acordó "se de a la dicha Santa en las demostraciones exteriores el culto y veneración que tiene arraigado en los corazones de los naturales de esta ciudad... que de aquí adelante el día en que la Iglesia celebrara la festividad de dicha Santa... sea día festivo y de guarda en esta ciudad" (14) .

Por último, ya en el siglo XX (27 de septiembre de 1970), el Papa Pablo VI proclamó a la Santa, Doctora de la Iglesia Universal.


(1) Actas de las Cortes de Castilla. T. XIV, pág. 470, Madrid, 1888.
(2) Archivo de los Padres Carmelitas, Caja 17. N°. 29. Madrid, veintidós de septiembre de 1611.
(3) Ibidem. En caso de impedir el cobro de la limosna, la pena en que caían los infractores era de 50.000 maravedises. Otro ejemplo de petición de limosna nos lo ofrece el padre fray Juan de San Alberto, prior del convento de Peñaranda, que pidió limosna en la villa de Gumiel de Izan, dándole la villa una cédula firmada por el duque de Osuna, y conde de Ureña “de cuantía de tres mil reales... con que esta villa le había servido de cierto carbón”, en Ib., Caja 30, n°. 3, fols. 1-1v, veintiuno de septiembre de 1611.
(4) Archivo Histórico Provincial de Ávila, Actas Consistoriales, Libro 31, folio 98.
(5) Para el día 21 se acordó se corriesen toros y se celebrasen juegos de cañas. El gasto de todas estas celebraciones ascendió a 13.170 reales.
(6) A.P.C. Caja 26, n°. 75, fol. 1v.
(7) A.H.P.Av. Act.Cons. L. 33, fols. 84.
(8) Según un breve expedido por el Papa Paulo V.
(9) So pena de 1.000 maravedises al que no las pusiera.
(10) Se compraron doce toros al precio de 32 ducados por cabeza, aunque sólo se encerraron y corrieron ocho, en los días de fiestas.
(11) Ese mismo día fueron canonizados los santos españoles San Francisco Javier, San Isidro y San Ignacio de Loyola.
(12) A.P.C. Caja 30, n°. 5.
(13) A.H.P.Av. Act.Cons. L. 31, fol. 311v. La ciudad otorgó un poder, el día once de agosto, para que la fiesta se celebrara “como las demás que la santa Iglesia romana manda guardar”.
(14) A.P.C., Legajo 0-72, fols. 1-1v.

martes, 11 de octubre de 2011

Muñeca portuguesa

Vestido de fiesta utilizado por las labradoras de la región de Viana do Castelo en las fiestas y romerías de la tierra.

Falda azul con adornos en negro y blanco. Faltriquera bordada. Chaleco azul con dobladillo de color negro. Camisa blanca bordada en azul. En la cabeza, pañuelo decorado.


Delantal azul con motivos florales.

Calza zapatillas bordadas y medias blancas de puntilla, trabajadas con cuatro agujas.

viernes, 7 de octubre de 2011

La ciudad sentida (Día de regocijo)

Aquella mañana, Juan de Lozoya se vistió deprisa- camisa de estameña, jubón, calzas negras, unidas al jubón por unas bonitas agujetas, y ropilla con mangas, cortadas por airosos greguescos - y bajó a desayunar más temprano de lo que solía hacerlo. Los huevos con tocino y el vino de Cebreros reconfortaron su cuerpo y su espíritu, y le animaron a salir a la calle en aquella fría mañana de invierno. El día se presentó soleado, con ese sol radiante y brillante de las mañanas de enero; y frío, un frío seco que aturdía los sentidos y los espíritus más ardorosos. Con paso lento y medido se dirigió al corazón de la ciudad, situado en la zona más alta de la misma y distante unas pocas manzanas. Había acordado verse con sus amigos Luis Lobera y Antonio de Andía para asistir al levantamiento de pendones que esa mañana se iba a celebrar en honor de la proclamación del nuevo rey. Cuando llegó a las inmediaciones del Mercado Grande pudo ver a sus amigos en distendida conversación. Se acercó con su habitual discreción y dio los buenos días a sus animados compadres."La multitud comienza a llenar la plaza", dijo Lobera, "deberíamos escoger un lugar en el que podamos presenciar con cierta comodidad el espectáculo que, por otra parte, se anuncia fastuoso". "Mira Luis, Juan nos hace señales desde el balcón de la casa de los Müller", dijo el maestro de capilla apuntando con su huesuda mano hacia el balcón de la casa de la familia Müller, donde se encontraba situado Juan de Otálora, que les llamaba con ademanes nerviosos y excitados. Atravesaron con lentitud y parsimonia la plaza, separando con el brazo a las numerosas personas que ya abarrotaban la explanada. Atravesaron la puerta y subieron la escalera que conducía al segundo piso, donde les recibió la esclava del maestro Müller. “El señor les espera en el balcón”, les dijo la esclava, mientras con un ademán elegante les señalaba el camino. Atravesaron el salón, saludando a varios conocidos, y llegaron al balcón señalado, donde con gran alegría fueron recibidos por el propietario de la casa. “Buenos días, caballeros. Se presenta una hermosa y excitante mañana. Lo mejor de nuestra nobleza participa en el cortejo". La conversación, frívola y distendida, se alargó durante unos minutos, hasta que una voz conocida llamó mi atención dentro de la casa. En un corrillo, discutiendo animadamente, se encontraba don Jerónimo Sedeño, uno de los caballeros más linajudos de la ciudad. Don Jerónimo era un hombre alto, fuerte, de hermoso y noble semblante, y de exquisitas y elegantes formas. Junto a él se encontraba la señora de la casa y un pequeño grupo de frívolos e insustanciales jóvenes, herederos de algunas de las casas más destacadas de la ciudad, que escuchaban entre embelesados y envidiosos, el encopetado y afectado discurso del presumido caballero. Junto a ellos, me atrajo la figura de Antonio Bernáldez, el joven oficial de los Müller, más interesado en los airosos y galanos arrebatos que, de vez en cuando, dibujaba la tudesca, que de la ostentosa perorata del noble.

jueves, 6 de octubre de 2011

Carta de poder

Don Martín de la Venera, arcediano de Oropesa en la Santa Iglesia Catedral de Ávila, otorga un poder a don Hernando Daza del Peso, vecino de la ciudad de Ávila, para que "podáis vender y vendáis... un esclavo que yo tengo que se llama Luis, de edad de treinta años". Don Hernando Daza puede "vender y vendáis al contado o al fiado, como vos pareciere".

En Ávila, 16 de marzo de 1575.