El
sistema gremial se estableció para que artesanos y comerciantes pudieran
controlar y repartirse el mercado. Cada corporación gremial era gobernada por
autoridades internas, elegidas por los propios miembros de la misma, y a través
de una normativa que regulaba el funcionamiento y la actividad laboral de dicha
asociación. Además, tuvo la facultad de intervenir en la fijación de los
precios de venta, junto a la autoridad gubernativa.
El
sistema de trabajo a domicilio permitió a negociantes astutos y habilidosos
escapar del rígido sistema gremial. Esta práctica fue utilizada por algunos comerciantes
abulenses, entre los que cabe destacar la figura de Cristóbal de las Navas, cordonero
y vecino de Ávila (Cristóbal de las Navas desarrolló su actividad comercial
hasta la década de 1620). Cristóbal compraba lana a diversos vecinos de Poveda-
Pueblo situado en el valle Amblés, entre las localidades de Amavida y
Villatoro- y al ganadero Tomás del Nogal. Comprada la lana, la entregaba a una
familia de fabricadores- tenían el taller en los arrabales de la ciudad- para
que elaboraran el tejido siguiendo las disposiciones ordenadas por el propio
Cristóbal. Ya con el tejido, nuestro avispado cordonero vendía los paños a
mercaderes de la ciudad o a su hermano Francisco, propietario de una tienda en
la plaza del Mercado Chico de Ávila.
Con
este sistema, nuestro cordonero disponía la cantidad de tejido que precisaba,
decidía la calidad de los paños y el precio de venta de los mismos, siempre
teniendo en cuenta la demanda existente. Por otro lado, el fabricador
contratado teníaplena libertad para
utilizar las herramientas que deseara, por lo que se posibilitaba el avance
tecnológico.
En agradecimiento al
comentario que tan amablemente me ha dirigido el autor del blog “RETABLO DE LA
VIDA ANTIGUA”.
El día 22 de enero de
1602 compareció en la catedral de Ávila Juan de Vera, contralto, para “dar
muestra de su persona y voz”. El músico fue examinado por don Sebastián de
Vivanco, maestro de capilla de la catedral de Ávila e ilustre compositor
abulense, que informó al cabildo que había “dado buena muestra” de su oficio,
por lo que era obligado ofrecerle la plaza de contralto en la capilla musical
de la sede abulense. Vivanco expresó que, tras conversar largamente con el
opositor, éste, se quedaría en la ciudad abulense siempre que se le ofreciese
“media ración y el aumento de sesenta ducados que se da a los demás” cantantes.
El cabildo apreció la
aptitud y excelencia vocal del opositor y el dictamen del magnífico maestro de
capilla, pero la condición de casado del aspirante dificultaba su contratación.
Algunos capitulares solicitaron que se examinaran las bulas de las medias
raciones para verificar y acreditar que el candidato podía ejercer su oficio
sin impedimento. Examinadas las bulas, el cabildo abulense acordó ofrecer el empleo
a Juan de Vera, pero don Juan de Larrea, canónigo en dicha Iglesia, se opuso a
su nombramiento debido a que el postulante no podría cumplir con las
obligaciones de la media ración “por estar obligado el que la tuviere a
vestirse de diácono o subdiácono al altar mayor”.
Atendido el reparo del
canónigo Larrea, el Cabildo solicitó dictamen a los examinadores de la bula- el
tesorero y el maestreescuela del Cabildo- que arguyeron haber mostrado la bula al
licenciado Ortiz, letrado del cabildo abulense, para que la examinara y diera
su opinión. El licenciado Ortiz respondió favorablemente a los intereses de
Juan de Vera, expresando que “conforme a ella [la bula], el cabildo puede y
tiene facultad para poder dar en salario o como quisiere cualquiera de las
dichas medias raciones”.
Tras verificar que Juan
de Vera podía realizar su oficio sin inconvenientes, se comisionó al tesorero y
al maestreescuela para que hablaran con el cantor para disponer el “orden que
debe tener y cómo ha de acudir al servicio del coro y en qué días”.
Después, don Lucas
Suárez Dávila, racionero de la catedral, inquirió sobre la pertinencia de
retribuir al cantor los tercios de horas, advirtiendo que no iba a cumplir la
pertinente residencia. El día 25 de enero se ajustó abonarle “de lo que ganare
una media prebenda, promediándolo de manera que no se le dé tanto como al que
más, ni tan poco como al que menos”.
Por fin, el día 21 de
marzo, el arcediano de Arévalo y don Diego Suárez Cimbrón, canónigo de la
catedral, le ofrecieron el puesto de contralto de la capilla abulense, con un
sueldo anual de 3.000 reales y la obligación de servirlo “por algunos años”. Al
día siguiente, Vera aceptó la oferta económica; reclamó que se le consignaran los
derechos de procesiones, entierros y noche de navidad “en mano como a los demás
músicos”; y que el salario se le abonara por tercios “de cada mes lo que
tocare”. Ambas partes se conformaron en firmar un contrato que obligó al cantor
a servir a la iglesia abulense por un periodo de nueve años.
Archivo de la Catedral
de Ávila. Actas Capitulares, año 1602.
La
documentación abulense no especifica el lugar de procedencia de Juan de Vera o la
población donde ejercía su profesión, pero es muy probable que viniera de la ciudad
de Jaén, pues hallamos un Juan de Vera, “cantor en la iglesia de Jaén”,ejerciendo el oficio de contralto en la
década anterior.
Un
documento datado en 1589 dice: “Johan de Vera, Cantor y criado de Vra. S. Sa., digo que Vra. S. Sa. mandó
que fuesen la mitad de los cantores a Torecanpo [sic] y la otra mitad quedase
supliendo por ellos en el seruiçio desta Sta. yglesia. Pido y supcº. a Vra. Sa.
mande a los Cantores, que fueron a la fiesta a Torrecanpo, que del
aprouechamiento, que lleuan, den parte a los que aca quedamos siruiendo a Vra.
S. Sa., como es vso y costunbre en todas las yglesias Chatredades y colesiales
Despaña que en ello reçibire md. etc. Juº. de Vera” (rubricado)
JIMÉNEZ CAVALLE, Pedro.
Documentario Musical de la Catedral de Jaén II. Documentos de Secretaría.
Granada, 2010.
Don Sancho Dávila y Daza (Ávila, 21-IX-1523 / Lisboa, 8-VI-1583)
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Maestros: es necesario conocer al niño, si habéis de educarlo. Educar es encauzar la vida y para esto no basta el empirismo; es imprescinbible conocer al sujeto sobre el cual se trata de influir: estudiar sus funciones psíquicas.