Mi abuela residió en Argentina en los años veinte. Fue, con dieciséis años, una emigrante más en busca de una vida mejor. A veces, pocas veces, recordaba momentos y anécdotas de los años que vivió en Buenos Aires. Siempre me gustó la historia de la travesía de partida. En el barco que les llevaba a la tierra prometida se extendió una infección, nunca supe cual, que obligó a poner el barco en cuarentena. Mi abuela y el resto de pasajeros sanos fueron desembarcados en una isla del Atlántico. Los isleños, según recordaba mi abuela, se comportaron con una amabilidad excepcional y sincera. Acabada la cuarentena, la travesía se reinició y discurrió sin más problemas.
Sólo me quedan dos recuerdos del lapso argentino de mi abuela: una fotografía de estudio- en la que está extraordinariamente hermosa- y una bombilla de mate.
Don Sancho Dávila y Daza (Ávila, 21-IX-1523 / Lisboa, 8-VI-1583)
El estro, a veces, se siente turbado
Extraños seres emplazados en la Plaza del Ayuntamiento de Lisboa
Detalles
Aldaba (París)
Cachivaches
Derviche (Turquía)
Patrimonio abandonado
Convento de Paredes Albas en Berlanga de Duero (Soria)
Textos
Maestros: es necesario conocer al niño, si habéis de educarlo. Educar es encauzar la vida y para esto no basta el empirismo; es imprescinbible conocer al sujeto sobre el cual se trata de influir: estudiar sus funciones psíquicas.
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