lunes, 19 de julio de 2010

Las proclamaciones reales (La proclamación de Fernando VI)

La notificación oficial ordenando la proclamación del nuevo monarca se recibió el día 5 de agosto de 1746[1]. El mismo día, se envió la comunicación al marqués de las Navas[2] y al marqués de Malpica[3], alcaide del Alcázar, invitándoles a la función.
Posteriormente, el día 30 de septiembre, se acordó que la función de proclamación se celebrara el día 16 de octubre.
En esta ocasión, la celebración se desarrolló sin ningún tipo de incidente al haberse firmado en el año 1733 una nueva concordia entre el Concejo de la ciudad y el cabildo catedralicio para evitar las discusiones y enfrentamientos que pudieran surgir entre ambas corporaciones a la hora de recibir el cabildo a los representantes municipales, como ya sucedió en la proclamación de Luis I, o en la rogativa ordenada por Felipe V en 1732 para pedir por la recuperación de la plaza africana de Orán y en las exequias fúnebres por la real persona de Víctor Amadeo de Saboya, rey de Cerdeña
[4].
La nueva concordia estableció que el estandarte real, llevado hasta la catedral por el alférez mayor y el Concejo, debía entrar por la puerta de Poniente , siendo recibido por el cabildo catedralicio, formado "todo enteramte en comunidad", dentro del umbral de dicha puerta. Una vez recibido, el alférez mayor y el corregidor pasarían a ocupar el lugar destinado para ellos, mientras que los regidores, caballeros, invitados y ministros municipales debían ir interpolados entre los miembros del cabildo , pero siempre "distinguiéndose la classe de cada uno pr el lugar q en la ynterpolazón ocupe"
[5].
Para que la función tuviera la solemnidad de anteriores ocasiones fue necesario traer de Madrid un clarinero y un timbalero, que se sumaron al clarinero de la ciudad. Se les pagó el salario, los viajes de ida y vuelta y la estancia en la posada regentada por Diego Britos. Además, se les confeccionó y agasajó con dos casacas de tipo militar y con un sombrero, todo de paño encarnado. El clarinero de la ciudad vistió con casaca, chupa, calzón y sombrero del mismo género y color. Las casacas y los sombreros se adornaron con galones de plata de tres dedos de ancho.
Los reyes de armas vistieron de damasco carmesí, adornados con cuatro escudos, dos con las armas reales y dos con las armas de la ciudad.
Se nombraron cuatro ministros más a parte de los habituales, que cobraron 70 reales, pues los vestidos fueron cosa de ellos.
No fue necesario encargar el retrato real, pues "aviéndose, con casualidad, allado un retrato de S.M. y franqueándose por su dueño a la ziudad" sólo hubo que dorar el marco.
El resto de los festejos celebrados durante los tres días de regocijo fueron los habituales en este tipo de celebración: tres noches de luminarias, destacando las doce hachas que se fijaron en el ayuntamiento, fuegos artificiales y dos corridas de novillos, una el día 17 y otra, que además tuvo "dos toros de muerte", el día 18. En esta ocasión, a las fiestas de toros por la proclamación real se unieron las que anualmente celebraban los feligreses de la parroquia de San Andrés, y que ese año no habían podido celebrar por el fallecimiento del rey Felipe V. Por ello, los gastos presupuestados sólo fueron "para alguna ayuda de costa".
Para pagar los gastos de la proclamación, que ascendieron a 4101 reales y 12 maravedises, no demasiado elevados debido a las circunstancias contempladas, se escribió una carta al conde de Ibangrande para que presentara, en nombre de la ciudad, un memorial en el que se pedía "se digne execuptar y libertar del valimto el arbitrio de que ussa en la especie de vino", ya que la ciudad no tenía medios, ni sus "propios pueden sufrir más leve canttd"
[6]. Un Real Decreto proveyó que de "qualqr arbitrio o efectos se tomen los gastos" para la proclamación. La ciudad no pudo conseguir el libramiento, "no obstante haverse echo las dilixs correspondtes para su logro", por lo que atendiendo a la urgencia del asunto se acordó que el corregidor procurara "que los gastos que se ttenga por precisos se saquen de donde tubiere pr conveniente". Al final, el corregidor señala que se sacaron de "cierta caja rel de esta zd"[7].
[1] A.H.P.Av. Actas Ayunt. Libro núm. 135, fol. 36v. Días antes, el 30 de julio, se recibió una carta de la Junta General de la Moneda en la que se exhortaba a la Ciudad la fabricación de las "monedas de platta y oro que, con la efigie de las ciudades, suelen traer para la proclamón del rey", en Ib., fol. 34v.
[2] El marqués de las Navas no asistió a la proclamación, debido a la "servidumbre de mi empleo de cavro mor". Nombró por sustitutos a Don Diego Gabriel de Villalba y a Don Cristóbal del Peso Dávila y Quiñónez. Ib., fol. 41v.
[3] El marqués de Malpica no asistió a la proclamación, debido a su "imposibilidad". Dejó ordenado que fuera el Concejo quien nombrara al alcaide teniente del Alcázar encargado de sustituirle. Ib., fol. 42v.
[4] De hecho, las exequias por Víctor Amadeo no se celebraron hasta que las corporaciones firmaron dicha concordia.
[5] Ib., fol. 43.
[6] A.H.P.Av. fol., 35.
[7] Ib., Libro núm. 136, fol. 14v.

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