martes, 5 de octubre de 2010

Las proclamaciones reales (La proclamación de Alfonso XII)

Alfonso XII alcanzó el trono de la monarquía española gracias a la habilidad política de Canovas del Castillo y al pronunciamiento militar del general Arsenio Martínez Campos, que contaba con el apoyo del jefe del Ejército de Castilla, Jovellar, y del capitán general de Madrid, Fernando Primo de Rivera. El pronunciamiento se produjo cerca de la ciudad de Sagunto el día 29 de diciembre de 1874, proclamando al príncipe Alfonso nuevo rey de España.
La noticia de la proclamación llegó a Ávila el día 31 de diciembre, cuando, reunido el Concejo en sesión extraordinaria, el comandante militar de Ávila informó del recibo de un telegrama, expedido por don Fernando Primo de Rivera, anunciando que “los Ejércitos del Centro y Norte y las guarniciones de las principales poblaciones habían proclamado para rey de España a d. Alfonso de Borbón”. El presidente del Concejo, oído el telegrama, interrogó a la corporación sobre la adhesión de la misma a la proclamación, informándola que él, “como alcalde”, junto al gobernador militar de la provincia había telegrafiado al presidente del Consejo de Ministros “participando su adhesión”, por considerar que “daba esperanzas para el porvenir de una nueva era de paz y de prosperidad para la Nación”. Oída la declaración del alcalde el resto de la corporación acordó “adherirse por unanimidad a la proclamación” .
La proclamación de Alfonso XII no se celebró, en ningún caso, con el mismo ceremonial ni la misma solemnidad que el resto de proclamaciones reales celebradas en la ciudad hasta entonces. El tiempo, la realidad política y social del momento era tan diferente, que ya no se trataba de legitimar o recordar el origen del poder real ni los derechos monárquicos de las dinastías.
Sin duda, todavía y valorando la forma de ascenso al trono, significó un acto de lealtad hacia la monarquía, pero sin tratarse de una verificación del poder de absoluto de los reyes. A lo largo del siglo XIX el poder de los reyes se fue difuminando hasta la desaparición, ya mencionada, de la monarquía absoluta en el reinado de Isabel II. Incluso durante menos de un año se instauró en España un régimen republicano. El propio Alfonso XII en el “Manifiesto de Sandhurst”, 1 de diciembre de 1874, realizaba una breve declaración de principios en la que se definía como “verdaderamente liberal”. De hecho, años más tarde, se declara “Rey Constitucional... que en unión y de acuerdo con las Cortes del Reino hemos venido en decretar y sancionar” la Constitución de 1876. Incluso en el propio Concejo abulense se declara que se trata de una reanudación de las “las antiguas tradiciones de España”, pero nada más que eso, pues lo importante era que el regreso de la monarquía podía ser la solución a los problemas de la Nación.
Para festejar la proclamación se anunció el suceso a los vecinos a través de un bando, exhortando al vecindario a iluminar sus viviendas y colgar los balcones de los edificios. Se colocó un retrato del rey en el balcón del ayuntamiento, bajo un dosel y escoltado por una guardia de honor y un piquete de la Guardia Civil. El retrato fue regalado a la Ciudad por el marqués de Novaliches. A las doce de la mañana la corporación, precedida por los maceros de la ciudad, acompañada por miembros de la Diputación Provincial, autoridades militares y empleados del Estado, se dirigió a casa del marqués a por el retrato. Iba abriendo la comitiva una columna de honor formada por miembros de la Guardia Civil y del ejército. Según el propio Concejo, el marqués de Novaliches manifestó con “sentidas frases la satisfacción que tenía en poderle ceder en propiedad el retrato de S.M. d. Alfonso de Borbón, de quien le había recibido, según la dedicatoria que figura al dorso, un veintiocho de noviembre de mil ochocientos setenta y dos, añadiendo que el pesar que sentía al desprenderse de este recuerdo estaba compensado al considerar que le conservaría en el Palacio Consistorial de esta noble ciudad, que le había otorgado a S.E. tan deferente acogida, por lo que tendría siempre de ella grata memoria”. El retrato fue conducido al ayuntamiento por don Jenaro Jiménez de Muñana y don Miguel Bernal, miembros de la corporación. El recorrido desde las casas del marqués hasta el ayuntamiento se realizó “entre las aclamaciones de la multitud” y los acordes de la marcha real.
Por último, la banda municipal de música tocó al anochecer y hubo festejo de cohetes.
Los gastos de la proclamación ascendieron a 55 pesetas y 56 céntimos.
Cohetes - 18 pesetas
Colocar el dosel para el retrato real - 7 pesetas y 50 céntimos
Treinta chocolates servidos en la mañana del día 31 de diciembre en el ayuntamiento - 24 pesetas y 31 céntimos
Agasajo - 5 pesetas y 75 céntimos
Posteriormente, en el año 1875, el Concejo acordó que conociendo que el monarca iba a hacer su entrada en la Corte era necesario enviar una comisión a la misma como “nueva prueba de adherirse al joven monarca” . A la vuelta de Madrid la comisión informó al Concejo que fue recibida por el monarca de una “manera digna”, teniendo la “satisfacción de haber oído de los labios del monarca, al cumplimentarle y ofrecerle los respetos y la adhesión de este municipio, frases halagüeñas para la ciudad” .
Por último, destacar que como nueva muestra de adhesión al rey, el Concejo y ciudad abulense festejaron la onomástica del monarca, día 23 de enero, exponiendo el retrato real en el balcón consistorial, oficiando un Te Deum cantado en la catedral, celebrando fuegos artificiales en la plaza del Mercado Chico y colgando e iluminando las viviendas. Los gastos ascendieron a 208 pesetas y 25 céntimos.
Fuegos artificiales - 135 pesetas
Capilla de música - 50 pesetas
Otros gastos - 23 pesetas y 25 céntimos

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