martes, 16 de noviembre de 2010

Zanquilarga


El viento azotando en el páramo, en las torres de los templos. La noche tiñendo las calles, los muros del bastión. Las alas desplegadas como las velas de los aventureros del altozano. Los ojos oscuros oteando el horizonte abrupto, casi indómito, del terruño virginal. En su vuelo incesante evoca gestas de un pasado olvidado, perpetúa memorias de hombres gentiles y bizarros. Con la calma y la bonanza de su hálito, alienta y excita las pasiones y apetencias de mis deseos, esperanzas y codicias. Surca el cielo, el éter de los invictos, de los héroes de empresas añejas, de los quijotes del otero.

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