martes, 30 de marzo de 2010

Las proclamaciones reales (II)

Llegado el día, el inicio de la función de proclamación se producía cuando llegaban a la plaza del Mercado Chico los comisarios municipales encargados de la organización de dicho acto. Los comisarios iban montados en caballos ricamente enjaezados para la ocasión[1], precedidos por timbaleros, trompetas, cuatro reyes de armas y lacayos. Iban vestidos con atuendos suntuosos, de costosas telas, ostentosos adornos y valiosas joyas[2]. El lujo en el vestido tenía una doble función: por un lado, lucía como elemento de ostentación colectiva y vanidad personal; por otro, interesaba como elemento de clasificación social.
Una vez en la plaza, descabalgaban y accedían a las casas consistoriales por un estrado construido para la ocasión.
Tras los comisarios llegaba, también a caballo y solemnemente vestido, el corregidor de la ciudad, precedido de atabales y clarines, ocho alguaciles con sus varas y los dos escribanos del ayuntamiento
[3]. Tras desmontar, entraba en el ayuntamiento atravesando el estrado mencionado, donde era recibido por los comisarios y el resto de regidores de la ciudad. Reunido el Concejo de la ciudad, junto al Procurador General del Común y ante los escribanos, celebraba junta para acordar el protocolo que debía seguirse en la función y para ordenar a los ministros de justicia que fueran a avisar al Alférez mayor, encargado de tremolar los pendones, que la Ciudad estaba reunida y podía comenzar el acto de proclamación.
Los alguaciles, escoltados de timbales y clarines, se dirigían a casa del Alférez Mayor y le daban recaudo de lo acordado por el Concejo de la ciudad. Recibida la noticia, el Alférez Mayor, vestido con igual solemnidad
[4] se dirigía a la plaza del Mercado Chico. Acompañaba al Alférez Mayor la nobleza abulense[5]. En la plaza eran recibidos, al pie de la escalera del estrado, por los comisarios.
Una vez en el interior de las Casas consistoriales, el Alférez Mayor se sentaba al lado derecho del corregidor, lugar que normalmente ocupaba el regidor más antiguo de la ciudad, mientras que éste último se acomodaba a la derecha del Alférez Mayor.
Tras los actos protocolarios, el regidor más antiguo era el encargado de entregar al Alférez Mayor los dos estandartes que debían ser tremolados en la función de proclamación. El Alférez Mayor los recibía en nombre del rey y prometía cumplir con su obligación
[6].
Recibidos los estandartes
[7] por el Alférez mayor, uno de ellos era entregado al asistente del Alférez mayor, para todos juntos salir del ayuntamiento. Ya en la plaza, el Alférez mayor entregaba el estandarte al corregidor para poder montar en su caballo y, una vez montado, volvía a recogerlo. Montados todos en los caballos, comenzaba una vistosa procesión con destino a la catedral de la ciudad.
La disposición de la comitiva estaba rigurosamente organizada, definiendo la relación legal entre las diferentes secciones que configuraban la situación política y burocrática local. Para Díez Borque, la comitiva daba "unidad significativa a los “fragmentos decorativos” del entorno real"
[8]. La comitiva era abierta por dos alguaciles con la función de ir franqueando la misma y apartando a los curiosos que atestaban el trayecto de la carrera[9]. Tras ellos iban los timbaleros[10] y después, los clarineros[11]. Después seis alguaciles con sus varas[12], y detrás chirimías y ministriles de la catedral[13]. Seguían dos maceros municipales, con mazas de plata, vestidos de damasco carmesí y gorras de terciopelo del mismo color. Acto seguido, los reyes de armas con un vestido de damasco carmesí, "con sus ropas y gorras de lo mismo y delantte, en el pecho y por dettrás, por una y ottra pte las armas Rs de su magd y devaxo las de la ciudad"[14]. Tras los reyes de armas, se situaban los escribanos de la Ciudad y a continuación, los comisarios encargados de la organización de la proclamación. Más tarde, el tesorero de las alcabalas y rentas reales de la ciudad y el procurador general del Común. Por fin, se situaban los representantes municipales, el representante del monarca y el Alférez mayor, escoltados por los dos regidores más antiguos de la Ciudad. Por último, cerrando el cortejo, se situaba el segundo estandarte. De esta forma, y tras un corto recorrido por la calle Andrín, llegaba el séquito a la plaza de la catedral, donde el grupo se apeaba en la puerta de Poniente.
[1] La relación escrita para relatar la proclamación del monarca Carlos II dice sobre el adorno de los caballos: "vinieron en dos caballos tordillos muy iguales de movimiento con sillas de terziopelo negro bordadas de platta y enzinttadas de blanco y negro", en "Razón De lo...", fol. 3.
[2] Los comisarios iban vestidos de "felpa corta negra, guarnezidos de puntas, ferreruelo de paño aforrado en dha felpa com botonadura de feligrana de platta, plumas blancas moteadas de negro, joyas de diamantes, mangas de punttas de platta de marttillo, bottas blancas con cañones de Cambray, con espuelas de plata, espadas de lo mismo", en Ibidem.
[3] La relación de la proclamación de Carlos II nos dice: "en un caballo castaño obscuro con el jaez negro y enzinttado de negro, vestido de felpa cortta con su cadena de oro, joyas de diamanttes y el sombrero con plumas negras, bota negra y espuelas doradas y aderezo de lo mismo", en Ib., fol. 3v. La relación de 1833 dice: "viniendo su potro ricamente enjaezado y vistosamente compuesto", en Ib., fol. 319v.
[4] La relación de 1700 nos informa del vestido del Alférez Mayor diciendo: "vestido de felpa cortta negra, guarnezido de puntas de platta de marttillo, mangas y taalí de lo mismo, espadín y espuelas de platta, bottas blancas, plumas blancas con motas negras, joyas de diamanttes, una banda roja bordada de platta". Además, iba acompañado de cuatro lacayos vestidos de "paño con mangas de terziopelo azul", fol. 4.
[5] En la proclamación de Carlos II el Alférez Mayor, don Juan Vela Maldonado del Águila, fue acompañado por don Alonso Pizarro, hidalgo de la casa del marqués de las Navas, vestido de "tterciopelo lisso, guarnezido de puntas de oro, mangas de platta de marttillo; banda de lo mismo, botas blancas y espuelas y espadín plateado, y el sombrero con plumas blancas y una joya de diamanttes, cadena de oro y el cavallo muy ricamte aderezado con colonias blancas y encarnadas", acompañado, además, de dos lacayos, en Ib., fol. 4.
[6] La relación de 1833 reproduce las palabras pronunciadas por el corregidor, el regidor más antiguo fue el representante del Alférez mayor en esta ocasión, en la función de entrega de estandartes: "En nombre de esta Ciudad entrego a V.S. estos dos Reales Pendones, para que como Representante del Alférez mayor los conduzca, levante y tremole en esta Ciudad, proclamando Reina de Castilla a la Señora Doña ISABEL II". El representante del Alférez mayor respondió: "Los recibía en nombre de dicha Ciudad y cumpliría con su encargo", en Ib., fol. 320.
[7] "Preciosamente bordados en una cara las Armas Reales y en otra las Armas de esta Ciudad", Ib., fol.
[8] DÍEZ BORQUE, J.M., "Relaciones de teatro y fiesta en el Barroco español", en J.M. Díez Borque (Comp.). Teatro y fiesta en el Barroco. España e Iberoamérica. Barcelona, 1986, págs. 11-40.
[9] En la proclamación de Isabel II el séquito fue abierto por un "piquete de cuatro Lanceros de caballería, y antes dos soldados mondados con carabina en mano, abriendo paso por medio de la multitud", en Ibidem.
[10] En el año 1700 iban vestidos con unos "baqueros verdes con franjones de platta", en Ib, fol. 5.
[11] Vestidos con otros "baqueros encarnados que hazían agua con franjones de platta guarnezidos", en Ibidem. La relación de 1833 dice: "engalanados con ropas nuevas", en Ibidem.
[12] En la proclamación de 1833 los alguaciles precedieron a los músicos: "vestidos con ropas nuevas de ceremonia", en Ibidem.
[13] Las participación de las chirimías de la catedral era una invitación que el ayuntamiento de la ciudad hacía al cabildo catedralicio abulense. En el año 1700 el Cabildo catedralicio acordó, para realzar la función, hacer vestidos nuevos a los músicos para que "fuesen decentes", pues dichos músicos se hallaban <>. Para los tres ministriles que debían participar en la comitiva acordaron entregarles cien reales de ayuda de costa a cada uno, en A.D.A, Actas del Cabildo de la Catedral, año 1700, fol. 99.
[14] A.D.A., Actas..., fol. 5. En la proclamación de Isabel II fueron vestidos de tafetán, en Ibidem

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