lunes, 22 de marzo de 2010

Las proclamaciones reales (I)

De todas las proclamaciones reales celebradas en la ciudad de Ávila solamente conservamos relación escrita de dos de ellas, en concreto de la realizada por el rey Carlos II en el año 1666 y por la reina Isabel II en el año 1833. Se seguirán ambas relaciones para desarrollar en que consistía la función de proclamación, teniendo en cuenta que los actos realizados variaron en algunos aspectos de una a otra. Del resto de proclamaciones reales celebradas en la ciudad se conserva diversa información en las actas consistoriales del ayuntamiento abulense y en las actas capitulares del cabildo de la catedral de Ávila.
En el caso de la proclamación del último de los Austrias es necesario señalar que la relación se empleó para que la proclamación por Felipe V se celebrara de idéntica formar. De hecho, en las actas del cabildo de la catedral del año 1700 se conserva esta relación, redactada por los escribanos del ayuntamiento, en la que se relaciona todo lo practicado por Carlos II con la intención de que se hiciera lo mismo en la de Felipe V[1].
La relación efectuada por la proclamación de Isabel II fue editada por la imprenta de Aguado, conservándose un ejemplar dentro de las Actas Consistoriales de dicho año, ejemplar que ha sido utilizado en este trabajo[2].

La proclamación de los nuevos monarcas se desarrolló en tres lugares diferentes de la ciudad, aunque en realidad la ciudad intramuros se convertía en un escenario majestuoso y formidable, en el que eran protagonistas centrales tres hitos distintivos: la catedral, la plaza del Mercado Chico, en la que estaban situadas las casas consistoriales, y el alcázar. Cada uno de estos lugares guardaba un significado privativo en la ceremonia de proclamación real, desde cada uno de estos espacio se transmitía un mensaje, en una función polisémica y ritualizada. Por tanto, no era una celebración anclada en la simple costumbre, práctica que asocia los semas de inalterabilidad y atemporalidad al ritual, sino que se convirtió en una práctica ideológica, emisora de significaciones múltiples, conceptos que se asocian a centros de poder.
La proclamación que se consumaba en la catedral evocaba que la potestad del monarca provenía de Dios, por lo que el rey se convertía en depositario del poder de Dios y, por analogía, en persona sagrada. A través de un ritual arcaizante, que evocaba la unción y coronación de los reyes, el soberano se convertía simbólicamente, por la ordinatio regis, en un sacerdote laico.
La segunda proclamación se formalizaba en la plaza del Mercado Chico, frente al ayuntamiento, expresando que el poder real debía ser consagrado a la obtención de la utilitas publica, a la conquista del bien común. Además, se trataba de un acto de rehabilitación teórica del poder local, así como de propaganda de la élite urbana local.
Por último, la aclamación en el alcázar de la ciudad, simbolizando la toma de la ciudad por parte del monarca, renovaba figuradamente el reconocimiento de la autoridad real y la defensa militar que en la ciudad se hizo de los reyes castellanos.

[1] "Razón De lo Que Subzedió en la Ciudad de Ábila en la función de lebanttar el Pendón por el rey nuestro sor Dn Carlos segundo que Dios guarde, año de 1666", en A.D.A. Actas cap., Año 1700.
[2] A.H.P.Av. Actas Consistoriales, libro número 220, fols. 318-323.

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