miércoles, 22 de junio de 2011

La Plaza Mayor: púlpito del poder y escenario de la sociedad civil

La plaza de las ciudades no siempre ha tenido en su recinto el “rollo” o la “picota”, lugares públicos donde el ejercicio del poder se expone con el fin de publicar o de aleccionar a los gobernados, antes de que los habitantes de las ciudades se conviertan en ciudadanos de pleno derecho. El rollo o la picota pueden estar extramuros de la ciudad. Pero la plaza sigue siendo un espacio donde el poder proclama y alecciona, y también donde el poder eventual de los habitantes puede dejar oír su voz, como en las plazas de la antigüedad clásica: el “ágora”, los espacios romanos del foro. “Púlpito” es un término que pertenece más propiamente a las iglesias, el lugar donde predica el orador sagrado; aquí se trae este término metafóricamente, para aclarar que la plaza también es un lugar de proclamación y de legitimación del ejercicio del poder, en un ámbito que claramente se refiere a la sociedad civil, no a la religiosa.

Pero existen, a la vez, otros usos de la plaza que sobrepasan esta función de proclamar la dignidad, las novedades y las decisiones ejecutivas del poder. Son funciones muy variadas, que se articulan en un abanico amplio: la plaza es mercado, es espacio para la rendición de pleitesía u homenaje, para la proclamación de cambios políticos y sociales, lugar por donde pasan las procesiones, donde se encienden hogueras tradicionales, se disparan cohetes de fiesta, se presentan inventos de la tecnología o se ajustician rebeldes.


Y en este sentido llamamos a la plaza escenario, lugar donde tienen ocasión de presentarse todas estas variadas escenas de la vida urbana, como si se tratara de un teatro entre cuya tramoya los ciudadanos actúan y ven actuar, pero no en la ficción sino en el desenvolvimiento real de la vida pública.

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