viernes, 9 de diciembre de 2011

Informe médico muerte repentina (Siglo XVII)

Don Juan de Vera Lorenzana, abogado y alcalde mayor de la ciudad de Ávila, recibió la noticia de que doña María del Rincón, vecina de la ciudad, había fallecido repentinamente al amanecer del día 24 de enero de 1676. Don Juan ordenó que "se vea y reconozca si es así lo susodicho". Para cerciorarse del hecho ordenó a don Manuel Gómez Ávila, médico de la ciudad, y a Tomás Álvarez de Veguilla, cirujano y barbero, que la "vean, visiten y reconozcan el estado que la susodicha tiene".


El doctor Gómez Ávila señaló en su informe que "ha visto a la dicha doña María del Rincón en la cama, a las nueve y a las once de la mañana", y que según su estado y aspecto "halló y le parece que la susodicha está muerta naturalmente". Para el doctor Gómez Ávila tenía todas las "señales mortales" para afirmar el óbito de doña María. Según el galeno, doña María tenía "deficiencia de los pulsos, todas las extremidades frías, los labios cárdenos y las uñas de pies y manos cárdenas y lívidas", que todas eran señales de muerte. Además, había echado "por las narices excrementos mucosos", por lo que, con todo lo referido, se podía afirmar "ser mortal y estarlo la susodicha". Por último, y si quedaba alguna duda, se le dieron "garrotes y no volvió, y se la pusieron espejos delante y no dieron señal ninguna de vida".



Poco después, a la una del mediodía, realizó el informe el barbero, diciendo que visitó a doña María a las "siete, hallándola en su cama, y la vio y miró, y estaba trastornada del lado izquierdo". Según la vio pudo reconocer "por las señales que tenía, que estaba muerta". Pero, si esto no era bastante para los allí reunidos, decidió poner "el espejo y le tomó el pulso, y luego la dio de garrotes, para ver si volvía". Después de efectuados los exámenes pertinentes, el barbero volvió a poner el espejo e hizo "otras diligencias necesarias para ver y reconocer si había alguna señal, por donde se conociese no ser muerta, y no hubo, ni hizo ninguna señal de ello", por lo que confirmó que doña María estaba muerta.



Una vez referidos los informes, don Manuel Gómez Dávila señaló que no se podía , ni debía enterrar a doña María del Rincón "hasta mañana, sábado, en todo el día". En conclusión, pasadas veinticuatro horas que "conforme al arte y facultad medicinal y de cirugía se le deben guardar a cualquier persona que muere súbita y repentinamente".

En caso de morir acompañado por familiares y amigos, existían señales premonitorias que indicaban que la llegada de la Parca estaba cercana. Según los autores de "Artes Moriendi", las señales que había que tener en cuenta eran:
"Falta de pulso, vacilante o intermitente.
Respiración pausada.
Ojos muy abiertos.
Ojos demasiad lúcidos o vidriados.
Relajación del párpado superior.
Ojos excavados, muy cóncavos.
Nariz afilada y muy abierta.
Extremidades blanquecinas.
Respiración como de fuelle.
Rostro pálido y desencajado.
Manos trémulas.
Jugueteo con la ropa.
Aliento fétido y frío.
Inmovilidad del cuerpo.
Rostro con sudor frío.
Gran calor en el pecho.
Manos y pies fríos."

1 comentario:

  1. Es una entrada interesantísima.Imagino que la fuente es notarial. En la traducción de la Imitatio Christi de Kempis, realizada por el padre Nieremberg, hay una descripción similar, del estado de los moribundos, similar a la que usted reproduce al final de su texto.

    Reciba mis saludos.

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