domingo, 24 de abril de 2011

Honras fúnebres celebradas en Ávila por don Carlos II


El corregidor de la ciudad de Ávila manifestó en sesión del Concejo de 2 de octubre de 1700 las "lastimosas vozes q an corrido de hallarse su magd que Dios guarde con grave enfermedad de la qual es precisso participe la república y que pª ello y remediar esse daño amenaçado es precisso recurrir con oraciones a la piedad divina pª lo qual acordó la Ciudad que sin enbargo de no aver más noticia q la q corre se aga la rogativa y para ello y la disposizºn de sitio, se nonbró pr comissºs a los sres" don Diego de Villalba y don José de Lesquinas.

Días después, el 16 de octubre, se recibió una carta del Presidente de Castilla en la que comunicaba que el monarca se hallaba "muy mejorado de sus accidentes de la enfermedad que a padecido de género q tiene conocida mejoría, manteniéndose con fuerzas y sin calentura, y que se espera se allará con brevedad reintegrado a su salud. Y que sin embargo desta noticia, si a la Ciudad le pareciere suspenda la fiesta de toros q está prevenida para el lunes, en obsequio de nra stª Me Theresa de Jhs". Leída la comunicación, se agradeció al corregidor la lectura de tan "vuena nueva", pero que con respecto "de la mejoría de su mgd" y la petición de suspender el regocijo taurómaco, una resolución afirmativa sólo serviría de "confusión grande al pueblo, juzgando es muy grande el aprieto de su enfermd", por lo que "será conveniente no se dilaten los toros y ... se corran el día determinado".

Pocos días después, el día 30 de octubre, se leyó una nueva comunicación del Presidente de Castilla, fechada el día 20 de octubre, en la que informaba de un agravamiento de la salud del monarca, por lo que solicitaba a la Ciudad "aga las demostraciones correspondientes a su lealtad y amor", para que el soberano se restableciera lo antes posible. La Ciudad acordó celebrar "una rogativa pública por la salud de su mgd con la mayor brevedad, y que se partizipe a el cavildo de la santa Yglessia de esta ciudad para su disposición".

Días más tarde, el 2 de noviembre, se leyó una carta del Presidente de Castilla, fechada el día 30 de octubre, en la que se informaba a la Ciudad sobre el decreto real de 29 de octubre, por el que el monarca "haviendo sido nuestro Señor servido de poner mi vida en el estrecho ttérmino de perderla y estando por esta causa imposibilitado de attender como siempre lo e hecho al govierno y providenzias de que nezesitan mis reynos, y siendo esta una obligazºn que no admitte escusa ni inttermisión alguna", ordenaba que "en el yntterin que nro Sºr dispone de mi y llega el caso de conzederme la salud que más convenga u de que faltte y se abra mi testamtº governéys en mi nombre y por mi todos mis reynos". Ese mismo día la Ciudad dispuso que no sólo se celebrara la rogativa pública ya aprobada, sino que además se oficiara un novenario en el altar de Nuestra Señora de la Soterraña, sito en la basílica de San Vicente. Al día siguiente, los comisarios del Concejo, don Miguel Cayetano y don Diego de Villalba, se reunieron con el Cabildo de San Salvador para informarles de la disposición acordada de celebrar el novenario y pedir a la corporación catedralicia se oficiara "en la forma que gustasse como lo esperava de la fineça con que en todas ocasiones la avía favorecido".

El fallecimiento de Carlos II fue conocido pocos días después, el día 7 de noviembre, a través de los despachos remitidos a la ciudad por la Gobernación del Reino y la Presidencia de Castilla. Los representantes municipales acordaron que se diera a conocer tan luctuosa noticia para que "las perssªs q devan ponerse luto lo agan, cumpliendo con el orden de las pragmáticas". Además, que la Ciudad "manifieste lo mismo al Illmº sr obpo della y a los sres de su cavildo pª que se aga la demostrazión p todos q es devida a semejante accidente".

El día 9 de noviembre se recibió una carta de la Corte en la que se ordenaba que las exequias se celebraran como en "semejantes ocasiones se acostumbran guardando el capítulo veyntte y dos de la pragmática promulgada en veintte y ocho de noviembre del año pasado de mill ssºs y novtª y uno, q da forma de lo que se debe ejecutar en quanto a lutos". Asimismo, se acordó remitir el pésame a la Reina a través de don Alonso Carnero.

Al día siguiente, la delegación del Concejo se reunió con los miembros del Cabildo catedralicio para disponer las honras fúnebres por el difunto Carlos II. Los regidores pidieron al Cabildo se "sirviese de asistirla y dar licencia se hiciese el túmulo en esta sancta yglesia en la forma que se avía echo en otras semejantes ocasiones y encargar el sermón a quien gustase, sobreseyendo en la asignación del día por esperar la ciudad otro nuevo orden del emmo sr cardenal". El Cabildo catedralicio determinó "franquear... a la ciudad esta ssta yglesia para que en ella execute la función de honrras y exequias en la forma que dispusiere, y que para ello se la asista en el modo que se a practicado en otras (Folio 86v) semejantes ocasiones"; mientras que el sermón se sirviera la Ciudad " encomendar a quién gustare, que dexa el cavildo a la electión de la Ciudad", pues el arcediano de Arévalo, don Manuel Pérez de Aracil, y el canónigo magistral, don Juan de Arteaga, e encontraban imposibilitados de encargarse del mismo por la falta de salud que padecían.

Poco a poco se fueron concretando los preparativos de las honras fúnebres: sacar la traza y copia del túmulo que se hizo en las pasadas honras de doña María Luisa y erigirlo, disponer los sufragios precisos y concertar la fecha de las exequias.

Por fin, el día 22 de diciembre de 1700, se celebraron las honras por el último monarca de los Habsburgo de la Monarquía Hispánica.


Documentación: He mantenido la grafía original
A.H.P.Av Actas Consistoriales, Libro 91, Folios 98-143
A.C.Av. Actas Capitulares, Libro de Actas de 1700, Folios 82-97v

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