Hace menos de un mes, en los umbrales de marzo, pasé unos días en Roma. La ciudad, tan hermosa como siempre, intentaba surgir entre la bruma y las gotas de la menuda y leve lluvia de los días invernales. Pugnando contra la caprichosa naturaleza, acarició una sublime victoria un domingo trinado. Suaves y delicados cantos de juventud se escucharon y sintieron entre las piadosas naves, mientras la experta, elegante y sublime batuta jugueteaba acompasadamente con el piadoso éter del bendito templo. Las manos enlazadas durante paseos imborrables, los labios unidos afrentando al rencoroso tiempo, los ojos sumergidos en un mar de miradas mágicas…
EL AÑO DEL DILUVIO
Hace 2 semanas
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