Monasterio de San José de Ávila |
Se trató, según Andrés Revesz, de la realización de un
“sueño que viene de Divina intención”. La noche de San Bartolomé (24 de agosto)
de 1562 “fue entronizado el Santísimo Sacramento en la humilde capilla, y al
día siguiente recibieron el hábito cuatro doncellas (Úrsula de los Santos,
Antonia del Espíritu Santo, María de la Cruz y María de San José), las primeras
cuatro carmelitas reformadas españolas”. La santa abulense fue, desde ese
momento, “Teresa de Jesús. En la Historia, en el Santoral y en la Vida”.
Don Juan Dávila, primer capellán que tuvo la comunidad,
describe así el monasterio: “Y entrando que entró en la portería, junto a ella
estaba una reja de palo, muy cerca de la verja estaba el altar, aunque con
decencia, pero con harta pobreza y estrechura, porque la portería y coro, donde
el Santísimo estaba, no me parece a mí que habría arriba de diez pasos.
Representaba bien el portalico de Belén. Al lado de la portería y coro, casi
junto al altar, estaba otra rejica de palo, que hacía el coro de las monjas.
Estaba todo junto, que casi no había pasos para ir de una parte a la otra”
REVESZ, A. Santa Teresa de Jesús. Plasencia, 1943, p. 75-76.
Santa Teresa vivió cinco años en el Monasterio de San José
(1562-1567), siendo años que “a lo que ahora entiendo, me parece serán los más
descansados de mi vida, cuyo sosiego y quietud echa harto menos muchas veces mi
alma”.
JESÚS, T. de. Libro de las Fundaciones, Cap. 1,1.
Con el tiempo, el Monasterio de San José fue embellecido en
su estructura externa, además de enriquecerse con generosas y espléndidas
donaciones. Pocos años después de morir la fundadora, el 31 de octubre de 1594,
Pedro Hernández, platero, y Nicolás Meléndez, su fiador, se obligaron a hacer
para la capilla de San Pablo, sita en dicho monasterio, diversos objetos
litúrgicos:
1. Un cáliz de plata de tres marcos y media onza de
peso.
2. Una cruz de altar de plata de tres marcos y una
onza de peso.
3. Unas vinajeras de plata, con su platillo, de
tres marcos y media onza de peso.
4. Unos candeleros de plata de cuatro marcos y dos
onzas de peso.
(Marco: Peso de media libra, o 230 g, que se usaba para el oro y la plata. El del oro se dividía en 50 castellanos, y el de la plata en 8 onzas.)
“Todo lo cual ha de ser liso y torneado, sin labor alguna”.
(Marco: Peso de media libra, o 230 g, que se usaba para el oro y la plata. El del oro se dividía en 50 castellanos, y el de la plata en 8 onzas.)
“Todo lo cual ha de ser liso y torneado, sin labor alguna”.
El coste de los objetos fue:
1.
Setenta reales el cáliz. Si fuere todo dorado se
le entregarían ocho ducados y el oro necesario.
2. Setenta reales por la cruz. Si fuere dorada ocho
ducados.
3. Seis ducados por los candeleros.
4. Siete ducados por las vinajeras y el platillo.
Si se dorare algo se le entregarían ocho ducados.
Las condiciones de pago fueron las siguientes: “el peso de lo cual se nos ha de dar y entregar luego y como fuéremos comenzando y al tiempo que comenzáremos la dicha obra, y lo que fuere hechura como se acabare de labrar se ha de pagar”.
El platero se obligó a tener finalizados los objetos litúrgicos “desde el día que nos fuere dado y entregado el peso de la dicha obra y el oro que para ella fuere menester, dentro de tres meses primeros siguientes de cómo así nos fuere dado y entregado daremos hecha y acabada la dicha obra y puesta en perfección”. En caso de no cumplir lo firmado, don Francisco de Mena, mayordomo de la capilla de San Pablo, podía “tomar oficiales, oro y plata, materiales y lo demás que fuere necesario”, a costa de Pedro Hernández y su fiador.
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