La muralla ascendía vigorosa por el risco, como una espina de piedra horadada por sentimientos y deseos de libertad. Los torreones se alzaban como enormes testigos de la historia del pueblo. No había pasado la villa por tiempos mansos, y la vida, en aquellos años, se presentaba dura y turbia. Las aguas del río bajaban llenas de lodo y muerte. Las gentes, consumidas y agotadas, deambulaban por senderos y caminos. Los hombres eran sombras, cansadas y rendidas, sacadas de una fantasmagórica historia de crueldad y rabia. Los campos, yermos y secos, habían perdido el color de la mies en verano. Las matronas, robustas y henchidas en otros tiempos, aparecían con sus pechos vacíos y menguados, como odres secos y ajados por el olvido del tiempo y la fortuna. Las doncellas paseaban su perdida hermosura por callejones desiertos, esperando el susurro caliente y vibrante de una voz grave y fuerte. Los ojos de los amantes, corrompidos y apagados por años de olvido, no inflamaban las calles sucias y hediondas.
Sólo la arribada del héroe anhelado sostenía el aliento, apenas ya perceptible, y la fe de aquellas gentes. Los guardias en las atalayas y baluartes aguardaban, con profusa ansiedad y una pizca de desazón, entrever en el horizonte un tropel de guerreros capitaneados por aquel enérgico y esforzado paladín.
Aquella mañana despuntó fría y brumosa. A mediodía, cuando el sol intentaba clarear en el horizonte, surgió, entre dos luces, el ansiado caballero. A caballo, flanqueado de hombres de armas, refugiado en un magnífico y centelleante escudo y espoleando su brioso corcel, apareció el aguardado adalid. Los cuernos tronaron con estruendo y vigor, los portones y postigos se franquearon, los hombres desembarazaron las calles, las mujeres vociferaron la fama del libertador y las calles y plazas se saciaron de regocijo y alborozo.
Don Sancho Dávila y Daza (Ávila, 21-IX-1523 / Lisboa, 8-VI-1583)
El estro, a veces, se siente turbado
Extraños seres emplazados en la Plaza del Ayuntamiento de Lisboa
Detalles
Aldaba (París)
Cachivaches
Derviche (Turquía)
Patrimonio abandonado
Convento de Paredes Albas en Berlanga de Duero (Soria)
Textos
Maestros: es necesario conocer al niño, si habéis de educarlo. Educar es encauzar la vida y para esto no basta el empirismo; es imprescinbible conocer al sujeto sobre el cual se trata de influir: estudiar sus funciones psíquicas.
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