miércoles, 26 de junio de 2013

El sistema de trabajo a domicilio y la libertad económica



El sistema gremial se estableció para que artesanos y comerciantes pudieran controlar y repartirse el mercado. Cada corporación gremial era gobernada por autoridades internas, elegidas por los propios miembros de la misma, y a través de una normativa que regulaba el funcionamiento y la actividad laboral de dicha asociación. Además, tuvo la facultad de intervenir en la fijación de los precios de venta, junto a la autoridad gubernativa.


El sistema de trabajo a domicilio permitió a negociantes astutos y habilidosos escapar del rígido sistema gremial. Esta práctica fue utilizada por algunos comerciantes abulenses, entre los que cabe destacar la figura de Cristóbal de las Navas, cordonero y vecino de Ávila (Cristóbal de las Navas desarrolló su actividad comercial hasta la década de 1620). Cristóbal compraba lana a diversos vecinos de Poveda- Pueblo situado en el valle Amblés, entre las localidades de Amavida y Villatoro- y al ganadero Tomás del Nogal. Comprada la lana, la entregaba a una familia de fabricadores- tenían el taller en los arrabales de la ciudad- para que elaboraran el tejido siguiendo las disposiciones ordenadas por el propio Cristóbal. Ya con el tejido, nuestro avispado cordonero vendía los paños a mercaderes de la ciudad o a su hermano Francisco, propietario de una tienda en la plaza del Mercado Chico de Ávila.


Con este sistema, nuestro cordonero disponía la cantidad de tejido que precisaba, decidía la calidad de los paños y el precio de venta de los mismos, siempre teniendo en cuenta la demanda existente. Por otro lado, el fabricador contratado tenía  plena libertad para utilizar las herramientas que deseara, por lo que se posibilitaba el avance tecnológico.


Documentación: A.H.P.Av. Protocolos 557 y 578

martes, 18 de junio de 2013

Contrato de Juan de Vera (Contralto de Jaén)



En agradecimiento al comentario que tan amablemente me ha dirigido el autor del blog “RETABLO DE LA VIDA ANTIGUA”. 

El día 22 de enero de 1602 compareció en la catedral de Ávila Juan de Vera, contralto, para “dar muestra de su persona y voz”. El músico fue examinado por don Sebastián de Vivanco, maestro de capilla de la catedral de Ávila e ilustre compositor abulense, que informó al cabildo que había “dado buena muestra” de su oficio, por lo que era obligado ofrecerle la plaza de contralto en la capilla musical de la sede abulense. Vivanco expresó que, tras conversar largamente con el opositor, éste, se quedaría en la ciudad abulense siempre que se le ofreciese “media ración y el aumento de sesenta ducados que se da a los demás” cantantes.

El cabildo apreció la aptitud y excelencia vocal del opositor y el dictamen del magnífico maestro de capilla, pero la condición de casado del aspirante dificultaba su contratación. Algunos capitulares solicitaron que se examinaran las bulas de las medias raciones para verificar y acreditar que el candidato podía ejercer su oficio sin impedimento. Examinadas las bulas, el cabildo abulense acordó ofrecer el empleo a Juan de Vera, pero don Juan de Larrea, canónigo en dicha Iglesia, se opuso a su nombramiento debido a que el postulante no podría cumplir con las obligaciones de la media ración “por estar obligado el que la tuviere a vestirse de diácono o subdiácono al altar mayor”.

Atendido el reparo del canónigo Larrea, el Cabildo solicitó dictamen a los examinadores de la bula- el tesorero y el maestreescuela del Cabildo- que arguyeron haber mostrado la bula al licenciado Ortiz, letrado del cabildo abulense, para que la examinara y diera su opinión. El licenciado Ortiz respondió favorablemente a los intereses de Juan de Vera, expresando que “conforme a ella [la bula], el cabildo puede y tiene facultad para poder dar en salario o como quisiere cualquiera de las dichas medias raciones”.

Tras verificar que Juan de Vera podía realizar su oficio sin inconvenientes, se comisionó al tesorero y al maestreescuela para que hablaran con el cantor para disponer el “orden que debe tener y cómo ha de acudir al servicio del coro y en qué días”.
Después, don Lucas Suárez Dávila, racionero de la catedral, inquirió sobre la pertinencia de retribuir al cantor los tercios de horas, advirtiendo que no iba a cumplir la pertinente residencia. El día 25 de enero se ajustó abonarle “de lo que ganare una media prebenda, promediándolo de manera que no se le dé tanto como al que más, ni tan poco como al que menos”.

Por fin, el día 21 de marzo, el arcediano de Arévalo y don Diego Suárez Cimbrón, canónigo de la catedral, le ofrecieron el puesto de contralto de la capilla abulense, con un sueldo anual de 3.000 reales y la obligación de servirlo “por algunos años”. Al día siguiente, Vera aceptó la oferta económica; reclamó que se le consignaran los derechos de procesiones, entierros y noche de navidad “en mano como a los demás músicos”; y que el salario se le abonara por tercios “de cada mes lo que tocare”. Ambas partes se conformaron en firmar un contrato que obligó al cantor a servir a la iglesia abulense por un periodo de nueve años.

Archivo de la Catedral de Ávila. Actas Capitulares, año 1602.

La documentación abulense no especifica el lugar de procedencia de Juan de Vera o la población donde ejercía su profesión, pero es muy probable que viniera de la ciudad de Jaén, pues hallamos un Juan de Vera, “cantor en la iglesia de Jaén”,  ejerciendo el oficio de contralto en la década anterior.

Un documento datado en 1589 dice: “Johan de Vera, Cantor y criado de Vra. S. Sa., digo que Vra. S. Sa. mandó que fuesen la mitad de los cantores a Torecanpo [sic] y la otra mitad quedase supliendo por ellos en el seruiçio desta Sta. yglesia. Pido y supcº. a Vra. Sa. mande a los Cantores, que fueron a la fiesta a Torrecanpo, que del aprouechamiento, que lleuan, den parte a los que aca quedamos siruiendo a Vra. S. Sa., como es vso y costunbre en todas las yglesias Chatredades y colesiales Despaña que en ello reçibire md. etc. Juº. de Vera” (rubricado)

JIMÉNEZ CAVALLE, Pedro. Documentario Musical de la Catedral de Jaén II. Documentos de Secretaría. Granada, 2010.


Sebastián de Vivanco. "Cantate domino"