jueves, 22 de diciembre de 2011

Preparación entierro de María del Rincón

El mismo día del óbito de doña María, el alcalde mayor ordenó la apertura de su testamento. El marido de doña María, Antonio Fernández Núñez, pidió que el funeral de la difunta se pagara “de los bienes de la susodicha, sin detención alguna”, pues doña María había dejado en el testamento muchas mandas y legados que requerían su cumplimiento inmediato. Antonio no podía pagar el funeral por “estar pobre, como es notorio”. Vista la situación, don Juan de Vera ordenó que se dieran a don Francisco Gutiérrez, testamentario de doña María, quinientos reales “porque es necesario alguna cantidad para que mañana sábado se gaste y distribuya en el entierro”. Estos reales se sacaron de una deuda, que alcanzaba los 4000 reales, que tenía con ella don Antonio Palomares, vecino de la ciudad de Ávila.

Debido a la mala situación económica del marido, “alcanzado de muchas deudas y por ello haber venido en suma pobreza”, y a que constaba como heredero en el testamento de doña María, el alcalde mayor ordenó que Antonio Fernández fuera al entierro “como conviene, con la decencia que se requiere conforme al estado y calidad de su persona y de la dicha su mujer”. Por ello, ordenó que se le diera un luto y lo demás necesario para el adorno de su persona. El encargo fue para Francisco García, mercader de lonja. La composición y gastos del luto y adorno fueron los siguientes:


Tejido Cantidad Precio (En reales) Total (En reales)

Bayeta negra 10,5 varas 22 la vara 231
Mitán negro ancho 3 varas 8 la vara 24
Seda negra 1,5 onzas 8 la onza 12
Botones lisos 1 gruesa 12
Hechuras del capuz, luto y vestido, con diez

docenas de ojales 50
Otras mercaderías “que no hubo en mi tienda”

y entregó María Gutiérrez, tendera 221

TOTAL 550

Del mismo modo se obró en lo referente a la cera, sufragios y demás cosas necesarias en el entierro, honras, cabo de año, novenario, sufragios, domingos, fiestas y bodigos de la dicha María: “todo lo cual ha de salir de los bienes y hacienda que la susodicha ha dejado”.

Por último, el médico y el barbero que atendieron a doña María pidieron que se les pagara el salario por haber ido a confirmar la muerte de la susodicha, y por haberla curado durante su vida en diferentes ocasiones, especialmente en su última enfermedad. Los especialistas adujeron que no habían cobrado debido a que pensaban que doña María era “mujer pobre”, por lo que “no la habían llevado y dádoles nada”. El médico pidió cien reales, mientras que el barbero reclamaba cincuenta. Don Juan de Vera analizó la situación y determinó que el médico recibiera setenta reales por su trabajo, mientras que el barbero debió conformarse con veinticuatro reales.

jueves, 15 de diciembre de 2011

14 de diciembre, festividad de San Juan de la Cruz

"Muchas cosas notables y maravillosas dicen sus declaraciones que sucedieron en su muerte los que se hallaron presentes a ella... La primera es: una notable fragancia y olor suave que se sintió en aquella dichosa celdilla en expirando el Venerable Padre y se comunicaba a otras partes del convento. Lo cual aunque parecía cosa de afuera, se conocía que también participaba de ella el mismo cuerpo del difunto... Salía de él olor suave y lo sentían los que llegaban a besarle los pies y manos.
A esto se añadió, que en muriendo el Venerable Padre sintieron los religiosos y las demás personas que allí se hallaron una alegría y consuelo extraordinarios, que parecían comunicados de causa sobrenatural, así por sus efectos como por que era en tiempo que según causas naturales había de haber tristeza y soledad de la falta y ausencia del que tenían todos como por Padre...
Otra maravilla que se vio allí en este mismo tiempo fue una claridad muy alegre y tan superior, que con haber en aquella celda muchas velas encendidas, oscureció de manera su luz, como si entrara en ella a puerta abierta el sol de medio día..."

José de Jesús María (Quiroga). Historia de la vida y virtudes del Venerable Padre fray Juan de la Cruz. Libro III, Capítulo 24 "De muchas cosas maravillosas que sucedieron en la muerte del Venerable Padre". Salamanca, 1992. Edición de Fortunato Antolín.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Muñeca típica de Eslovenia



Esta muñeca fue adquirida en un mercado de la ciudad de Liubliana.

Según la leyenda, el príncipe griego Jasón, junto a los Argonautas, huyó del rey Eetes por robarle el vellocino de oro. Navegaron desde el Mar Negro al Danubio, de aquí hacia el río Sava y, por fin, hasta el río Ljubljanica. En el nacimiento del río Ljubljanica encontraron un gran lago y un pantano. En este paraje, Jasón se enfrentó a un terrible monstruo, contra el que luchó y al que más tarde mató. Este monstruo era el Dragón de Liubliana que, hoy en día, habita en la cima de la torre del castillo que aparece en el escudo de la ciudad.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Informe médico muerte repentina (Siglo XVII)

Don Juan de Vera Lorenzana, abogado y alcalde mayor de la ciudad de Ávila, recibió la noticia de que doña María del Rincón, vecina de la ciudad, había fallecido repentinamente al amanecer del día 24 de enero de 1676. Don Juan ordenó que "se vea y reconozca si es así lo susodicho". Para cerciorarse del hecho ordenó a don Manuel Gómez Ávila, médico de la ciudad, y a Tomás Álvarez de Veguilla, cirujano y barbero, que la "vean, visiten y reconozcan el estado que la susodicha tiene".


El doctor Gómez Ávila señaló en su informe que "ha visto a la dicha doña María del Rincón en la cama, a las nueve y a las once de la mañana", y que según su estado y aspecto "halló y le parece que la susodicha está muerta naturalmente". Para el doctor Gómez Ávila tenía todas las "señales mortales" para afirmar el óbito de doña María. Según el galeno, doña María tenía "deficiencia de los pulsos, todas las extremidades frías, los labios cárdenos y las uñas de pies y manos cárdenas y lívidas", que todas eran señales de muerte. Además, había echado "por las narices excrementos mucosos", por lo que, con todo lo referido, se podía afirmar "ser mortal y estarlo la susodicha". Por último, y si quedaba alguna duda, se le dieron "garrotes y no volvió, y se la pusieron espejos delante y no dieron señal ninguna de vida".



Poco después, a la una del mediodía, realizó el informe el barbero, diciendo que visitó a doña María a las "siete, hallándola en su cama, y la vio y miró, y estaba trastornada del lado izquierdo". Según la vio pudo reconocer "por las señales que tenía, que estaba muerta". Pero, si esto no era bastante para los allí reunidos, decidió poner "el espejo y le tomó el pulso, y luego la dio de garrotes, para ver si volvía". Después de efectuados los exámenes pertinentes, el barbero volvió a poner el espejo e hizo "otras diligencias necesarias para ver y reconocer si había alguna señal, por donde se conociese no ser muerta, y no hubo, ni hizo ninguna señal de ello", por lo que confirmó que doña María estaba muerta.



Una vez referidos los informes, don Manuel Gómez Dávila señaló que no se podía , ni debía enterrar a doña María del Rincón "hasta mañana, sábado, en todo el día". En conclusión, pasadas veinticuatro horas que "conforme al arte y facultad medicinal y de cirugía se le deben guardar a cualquier persona que muere súbita y repentinamente".

En caso de morir acompañado por familiares y amigos, existían señales premonitorias que indicaban que la llegada de la Parca estaba cercana. Según los autores de "Artes Moriendi", las señales que había que tener en cuenta eran:
"Falta de pulso, vacilante o intermitente.
Respiración pausada.
Ojos muy abiertos.
Ojos demasiad lúcidos o vidriados.
Relajación del párpado superior.
Ojos excavados, muy cóncavos.
Nariz afilada y muy abierta.
Extremidades blanquecinas.
Respiración como de fuelle.
Rostro pálido y desencajado.
Manos trémulas.
Jugueteo con la ropa.
Aliento fétido y frío.
Inmovilidad del cuerpo.
Rostro con sudor frío.
Gran calor en el pecho.
Manos y pies fríos."