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Se asemeja el que va tras la fortuna,
Cuanto más requerida más ingrata
Al cisne que hunde el cuello en la laguna
Para alcanzar el disco de la luna
Que en el movible espejo se retrata.Obras Poéticas de don José Velarde. París, 1889
La muralla ascendía vigorosa por el risco, como una espina de piedra horadada por sentimientos y deseos de libertad. Los torreones se alzaban como enormes testigos de la historia del pueblo. No había pasado la villa por tiempos mansos, y la vida, en aquellos años, se presentaba dura y turbia. Las aguas del río bajaban llenas de lodo y muerte. Las gentes, consumidas y agotadas, deambulaban por senderos y caminos. Los hombres eran sombras, cansadas y rendidas, sacadas de una fantasmagórica historia de crueldad y rabia. Los campos, yermos y secos, habían perdido el color de la mies en verano. Las matronas, robustas y henchidas en otros tiempos, aparecían con sus pechos vacíos y menguados, como odres secos y ajados por el olvido del tiempo y la fortuna. Las doncellas paseaban su perdida hermosura por callejones desiertos, esperando el susurro caliente y vibrante de una voz grave y fuerte. Los ojos de los amantes, corrompidos y apagados por años de olvido, no inflamaban las calles sucias y hediondas.
Sólo la arribada del héroe anhelado sostenía el aliento, apenas ya perceptible, y la fe de aquellas gentes. Los guardias en las atalayas y baluartes aguardaban, con profusa ansiedad y una pizca de desazón, entrever en el horizonte un tropel de guerreros capitaneados por aquel enérgico y esforzado paladín.
Aquella mañana despuntó fría y brumosa. A mediodía, cuando el sol intentaba clarear en el horizonte, surgió, entre dos luces, el ansiado caballero. A caballo, flanqueado de hombres de armas, refugiado en un magnífico y centelleante escudo y espoleando su brioso corcel, apareció el aguardado adalid. Los cuernos tronaron con estruendo y vigor, los portones y postigos se franquearon, los hombres desembarazaron las calles, las mujeres vociferaron la fama del libertador y las calles y plazas se saciaron de regocijo y alborozo.