lunes, 28 de febrero de 2011

Un médico de cámara de Felipe III en Ávila

A finales de 1611 el obispo de Ávila, don Lorenzo Otaduy y Avendaño, enfermó de gravedad. Los médicos abulenses no fueron capaces de sanar al prelado, por lo que se llamó a un médico de Madrid para que el jerarca abulense pudiera recobrar la salud. Así, llegó a nuestra ciudad el doctor don Pedro de Salinas, médico de cámara del rey don Felipe III. Una vez curado, don Pedro de Salinas recibió 120 ducados, cobrados en escudos de oro.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Esquiador y trols (Noruega)

En la ciudad de Trondheim adquirí estos cachivaches.


"Nada tan nuevo y sorprendente como el litoral de Noruega. Es, en toda su longitud, tan extraordinariamente recortado, que, medido por la línea de la costa, tiene unos 1.900 kilómetros de longitud; sin embargo, cuenta con más de 20.000 de desarrollo. A cada paso se tropieza con los admirables fiords, esto es, golfos que penetran largamente a través de las montañas, cortándolas hasta la superficie del suelo y determinando profundidades tan espantosas que, en algunos, desde el borde superior del abismo hasta el nivel del agua que lame su base de roca pura, median más de 1.240 metros de distancia.

Numerosos extranjeros visitan, en verano, las costas de Noruega, y raro es hallar alguno que no navegue hasta el cabo Norte, en la extremidad más septentrional, para contemplar el admirable espectáculo del sol de media noche. Este asombroso fenómeno de un día sin fin, alumbrado a media noche por un sol brillante y espléndido, es visible desde el 1 de mayo al 30 de julio. En cambio, durante largos meses del año, apenas puede contarse en aquellas latitudes con la luz del astro del día"

DALMAU CARLES, José. El segundo manuscrito. Gerona, 1934, págs. 141-143.

martes, 15 de febrero de 2011

Danza para el día del Corpus (1631)

Juan de Encina Frechel, vecino de la ciudad de Ávila, se obligó a sacar una danza para el día del Corpus y su octava “conforme a la traza y relación que he dado a don Diego de Tapia”, con nueve o diez danzantes, sin el tambor. Los danzantes debían llevar “muy buenos vestidos, plumas, adornos de sus personas y cascabeles”. Además, un cantante para cantar “un romance en que se declara la fiesta” y ocho instrumentistas “como mejor parezca”.

Juan de Encina cobró 500 reales por la danza, 300 cobrados de contado y 200 en la víspera de la fiesta (26 de mayo de 1631)

A.H.P.Av. Protocolo 690, folio 668.